La sombra de los ladrillos.

Amigo, 
tú que estás hundido por el amor 
(y por lo que no es amor), 
déjame que te explique 
cómo sobreviví yo 
a mi primera historia.

"X" era maravillosa. 
Era la clase de mujer por la que yo aspiraba a dar mi vida. 
Alguien por quien yo cambiaría todas mis metas, porque la meta era Ella. 
"X" me hacía indestructible, irrompible. 
Casi podía respirar y que el aire fuera libre, sin jaulas ni circunstancias inaccesibles. 
La vida era simple y fácil, como todas las vidas debieran de ser. 

Y la persona cuya existencia hacía de mi mundo una fortaleza, 
fue la única que pudo derribarlo entero. 
No quedó ni la sombra de los ladrillos. 
¿Me comprendes? 
Yo sentí que mi piel era más corta, 
que me faltaba yo mismo dentro de mi propio cuerpo, 
porque no existía ya un esteban sin ella. 
Ni mi nombre tenía letra capital. 
Todo se lo llevó "X". 

Tan grave fue el daño que me hice con su ruptura 
que bloqueé cualquier atisbo de recuerdo suyo. 
Y hoy, cinco años y veintiún días después, 
no consigo recordar cómo era sonreír con ella, 
siquiera hablar. 
Apenas un reducto de su voz me llega al oído
sin fuerza para sostenerse en mi memoria.
Un retazo desdibujado de su mirada,
un borrón inconexo de su risa,
el blanco de sus dientes,
o cualquier lugar perdido de su cuerpo
que "X" se empeñaba en llamar lunar.
 
Amigo, sé la mierda de la que me hablas, 
porque yo he pasado por eso. 
Sé cómo se sale de ahí, 
pero mientras tú no me quieras escuchar, 
no comprenderás tampoco la magnitud de mi respuesta.

A mí me dolía recordar.
Soy un feliz ignorante sin memoria.

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