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Mostrando entradas de octubre, 2014

La gracia de escribir.

¿Por qué escribimos Poesía? ¿Es acaso un juego? ¿Una obsesión? ¿Quizás una necesidad? ¿Hacia dónde la dirigimos? ¿Cómo la construimos? Escribir Poesía es como tener un montón de ladrillos y no formar nunca una pared. Hacemos por crear un hogar para el lector, un encuentro para nosotros mismos. Pero no asumimos el dolor ajeno, no nos convencemos de lo desconocido. Aquél que es nómada, adivina siempre la Poesía donde otro anhela el hogar. La Métrica y nosotros a veces no nos entenderemos, porque Ella medirá los versos en sílabas; y nosotros, en sentimientos. Su engranaje es metódico, pragmático, cuadriculado, real, se hace lícito, legible, pausado. En cambio, nosotros escribimos más exacto, más preciso. Le damos contexto a la Palabra porque, sencillamente, ésta no es más que el dolor mudo de nuestra propia voz. La Poesía es un tipo de arte. Muy doloroso, eso sí. Y esto es así, porque el Arte en sí es un daño colateral. Así que, por favor, os suplico que no escribamos Poesía

Así es la vida.

Así es la vida. Nos lo promete todo nada más nacer. Extiende sus garras de panacea sobre la órbita de nuestros ojos y nos arranca firme y decidida del cálido vestigio materno. Inventa costras y heridas en nuestras rodillas, nos hace caminar, casi levitarnos, volar con los pies leves en el suelo, ser parte de la enramada de nubes que nos miran atónitas, fugaces y serenas, como quien mira a una rosa sobrevivir a su propia y casi extinta belleza. Nos permite tener hojas en el pelo y ser árbol y libro al mismo tiempo. Pasan tantas cosas en la vida. Pasan los dientes de leche, el jarabe para la tos, los cuadernos de ortografía y hasta un primer beso a una perfecta desconocida. Pasan los trenes, los aviones, algunos se pierden, otros no. Pasan las pulseras de una muñeca a la otra, y de una persona a otra. Pasa todo desesperado y ágil a través de los ojos de la vida. Pero lo que no pasó fue el tiempo entre nosotros, mi querido zarzal de lunares, mi espejo de

Ya no se sufre como antes.

Ya no se sufre como antes. Una palabra mal puesta, y sabemos cómo llorar, nos ponemos a llorar, rompemos a llorar como si no hubiera mañana. Mi abuela comía en un zulo lentejas con lombrices, y no lloraba, ni una lágrima, porque ese día comía. Qué mal me queda el pantalón, tengo que adelgazar, soy un horror, sin la talla 36, soy lo peor. Cómete las lombrices, y lo que es peor, las lentejas, viejas, porque yo tengo problemas de los de verdad, porque quiero vestir bien, ser un yo parecido a alguien que no sabe ni quién soy. Porque en Sierra Leona tienen Ébola, pero aquí tenemos moda, y ojo cuidao', cada enfermedad es un mundo, y en cada mundo, un enfermo. Qué mal repartido está el Mundo interior de algunas personas. No faltan ombligos en el cuerpo, ya no se sufre como antes, ya lo decía mi abuela: "en mis tiempos, cuando la guerra... y luego la posguerra..." Y luego, la moda.

Ella es sueño.

La gente me pregunta muy a menudo por qué quiero a mi pareja, qué me enamora de Ella. Ella puede estar completamente rota por dentro y, aún así, ser capaz de rearmarse día tras día. Hace, de la felicidad, su constancia. Sabe que hay tristeza en el Mundo, pero eso no le impide sonreír, porque entiende que la sonrisa es una herramienta para exigirle a las personas un compromiso de solidaridad, un ejercicio de optimismo y fortaleza. Si una persona te sonríe, tú le devuelves la sonrisa. Eso es un automatismo. Pero con ella, la sonrisa se te instala en la cara durante el resto del día. Ella sabe que hay miseria en el Mundo.  Sabe en qué clase de planeta vivimos. Sabe que por sí sola no podrá cambiar el Mundo, pero intentará cambiar el Mundo de, al menos, una persona. Y yo tengo el privilegio de ser esa persona, de contemplarla, de admirarla, e incluso de acariciarla. El abrazo en ella se sobredimensiona, se hace verbo y lagarto, nutre de vida incluso el páramo denso y asi