El único superviviente.
Soy el único superviviente de tu mirada, y he venido aquí para poder contarlo. Por favor, no juzgues esta sonrisa que se dibuja en mi cara. Vengo de ver caer al Sol derrotado y feliz bajo el raso de tu falda. Sí, así es, así soy. Soy un esclavo. Siempre lo fui. Del sexo, de mi mano, de mi imaginación, de tu ausencia remota, de la digna sumisión. Siempre te he querido, sobre todo cuando no te conocía. Y te lo advierto: yo supe acariciarte impasible el imposible orden de las hebras de tu pelo, y distinguí cada cabello sin siquiera hacer ruido. No creas que no me conozco a través de ti. Porque, a no decir mentira, sólo me concibo desde el rubor de tu pecho, de tu ombligo, tu pira. Puede que ocurra, puede que mi voz se solape a tu piel. Puedes saber a miel. Puede ser amor. Parezco pletórico al recordarte, pero no lo parezco. Distingo de la vida en que yo confío con los ojos abiertos y ciegamente en tu regreso. Por si acoso, he bajado a l