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Mostrando entradas de agosto, 2013

Odio la pereza.

Hace unas semanas un buen amigo mío me dijo que " los edificios son el paisaje de las ciudades ". Qué razón no tendría, que ahora tardo más en llegar al trabajo. Ando lento porque tengo que mirar los edificios con los que me cruzo. Cada uno de ellos. Repito: cada-uno-de-ellos. ¿Siempre he sido así? Quiero decir, ¿Me acabo de dar cuenta del tipo de hombre que soy sólo porque miro los edificios que antes olvidaba mirar? Echo la vista atrás y no me arrepiento de nada. Ahora bien, lo haría todo de otra forma. Supongamos que eso es una cuestión de madurez. El pasado entonces es cada error que he vivido. Lo que aspiro a ser es mi futuro más lejano (nunca lo alcanzaré, por lógica). Supongamos también que eso que llamamos destino es una cuestión de fe. Entonces, ¿madurez y fe son válidas en una misma persona? La madurez es inversamente proporcional al valor. Cuanto más viejo, más cobarde.  Siendo la persona que creo ser, tendría que retractarme de esta última frase, ¿verdad?

Una bala en la recámara.

Estoy en la onda,  volando alrededor del Mundo,  a punto de estrellarme  en un punto cualquiera  de tu infinita anatomía. Estamos en sintonía,  frecuencia modular  de latidos animales.  Hablemos de acariciarnos  y que no suene a desastre. Gracias recámara,  por dejarme solo  con esta bala perdida  que es la fortuna.  ¡BANG! No me arrepiento de disparar.  Las pistolas tienen su función.  Como los besos,  como el corazón. Que la vida me dure  lo que tarda un disparo  en alcanzar a su víctima. Y que quererte me sirva como excusa de plomo para un final de muerte.

Tu cuello es una verdad fingida.

Una noche de verano dos truenos como dos latidos se posaron en tu cuello. A esas marcas de tu cuello tú te empeñaste en llamarlos lunares. Para mí son otra cosa. Como nosotros. Nosotros somos otra cosa. Nosotros somos lo que sigue, lo que nace, lo que muere. Somos carne y hueso, sangre y esfuerzo, somos un futuro pasado, una sombra y la otra. Somos una garra y un colmillo, un agujero y su tornillo. La dirección del viento, su contracorriente, el aspa de un molino, la mitad de un camino. Somos aire herido y la sal que lo cicatriza. Somos agua y arroyo, lo profundo, el hoyo. La envidia de una piedra, la caricia de la hiedra. Somos un enorme desliz en la arruga de un tatuaje. Somos labio y carmín, el invierno y su pelaje. Un principio y su final, y el mediometraje. Somos una verdad fingida en la vida equivocada.