Odio la pereza.

Hace unas semanas un buen amigo mío me dijo que "los edificios son el paisaje de las ciudades". Qué razón no tendría, que ahora tardo más en llegar al trabajo. Ando lento porque tengo que mirar los edificios con los que me cruzo. Cada uno de ellos. Repito: cada-uno-de-ellos.

¿Siempre he sido así? Quiero decir, ¿Me acabo de dar cuenta del tipo de hombre que soy sólo porque miro los edificios que antes olvidaba mirar? Echo la vista atrás y no me arrepiento de nada. Ahora bien, lo haría todo de otra forma. Supongamos que eso es una cuestión de madurez. El pasado entonces es cada error que he vivido. Lo que aspiro a ser es mi futuro más lejano (nunca lo alcanzaré, por lógica). Supongamos también que eso que llamamos destino es una cuestión de fe. Entonces, ¿madurez y fe son válidas en una misma persona? La madurez es inversamente proporcional al valor. Cuanto más viejo, más cobarde. 

Siendo la persona que creo ser, tendría que retractarme de esta última frase, ¿verdad? A la mierda la fábula de Peter Pan. Día tras día estoy luchando por romper los esquemas de muchas teorías que están más que probadas y que científicamente no tienen más base que la costumbre. Una costumbre que me persigue insistentemente y de la cual no consigo huir. Esa costumbre es la cobardía.

Me niego a creer que todo aquello en lo que quiero convertirme se fue diluyendo por la pereza de los años.

Soy el archienemigo de la pereza. Cada segundo que cualquiera está bebiéndose la noche en chupitos largos, yo estoy estrujándome el cráneo para encontrar con palabras las soluciones al problema de una muerte anunciada: la orignalidad. Y para ello hay que ser proactivo. Hay que adelantarse a las expectativas. Uno tiene que ser más rápido que los demás. Incluso infinitamente más rápido que uno mismo. Y todo ello me estresa. Es como una obsesión. Y no quiero ser obsesivo. Tampoco puedo pretender no hacer de mí algo. Aunque sea una versión subtitulada al chino No pensar en múltiples cosas. Y muchas de ellas son verdadera información desechable. Auténtica basura.

Nadie puede decir si soy o no creativo. Ni yo mismo tengo derecho a expresarlo. Sólo el tiempo es juez y verdugo del arte en nosotros. Y que no me corra la prisa por encontrarme con el arte. Mientras venga para quedarse, yo seguiré pensando (o como quiera que se le llame a eso de escribir).

Por cierto, si los edificios son el paisaje de las ciudades, las experiencias lo son de las personas.

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