La historia del Pozo.
Y ésa fue la última vez que la vi por primera vez. Pero, antes incluso de eso, os pondré en antecedentes. Todos sabemos para qué sirve un pozo: tiras un cubo atado a una cuerda, recoges agua y con una polea lo subes de vuelta. A veces, debido a la estación del año, de una más que posible temporada de sequía, o simplemente porque no se ha cuidado, el pozo está sediento. A veces, uno también está sediento. Y a veces, también, es necesario caer al pozo para encontrar la cuerda. Estas tres situaciones son las que explican toda la historia de mi vida y, por consiguiente, de la mujer que la habitó. Os hablaré de ella, o moriré en el intento de que algunos la conozcáis. Posiblemente muchos os preguntaréis por qué hago esto. La mejor respuesta a por qué lo hago es, sencillamente, porque lo necesito. Uno, siempre que puede, aprovecha para volver al pasado (algunos, incluso, se quedan allí por más tiempo). Ocurrió hace catorce años. Era verano, el mes se llamaba Julio. Hacía un calo