El único superviviente.

Soy el único superviviente
de tu mirada,
y he venido aquí
para poder contarlo.

Por favor,
no juzgues esta sonrisa
que se dibuja en mi cara.
Vengo de ver caer al Sol
derrotado y feliz
bajo el raso de tu falda.

Sí, así es,
así soy.
Soy un esclavo.
Siempre lo fui.
Del sexo, de mi mano,
de mi imaginación,
de tu ausencia remota,
de la digna sumisión.

Siempre te he querido,
sobre todo cuando no te conocía.

Y te lo advierto:
yo supe acariciarte impasible
el imposible orden
de las hebras de tu pelo,
y distinguí cada cabello
sin siquiera hacer ruido.
No creas que no me conozco
a través de ti.
Porque, a no decir mentira,
sólo me concibo
desde el rubor de tu pecho,
de tu ombligo, tu pira.

Puede que ocurra,
puede que mi voz
se solape a tu piel.
Puedes saber a miel.
Puede ser amor.

Parezco pletórico
al recordarte,
pero no lo parezco.
Distingo de la vida
en que yo confío
con los ojos abiertos
y ciegamente
en tu regreso.

Por si acoso,
he bajado a la tienda
a romper todos los calendarios.
Todos, sin excepción, mienten.
En ninguno está marcada tu vuelta.

Ahora,
abatido en la euforia
y crecido por el agua de tu saliva
que todavía almaceno tembloroso
en la comisura de la boca,
dibujo tu corazón
en la esquina superior del papel,
y me digo en voz alta:
"ésta es mi casa".

Repite conmigo:
"Repite, conmigo".

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Por qué besamos tanto los obsesivos compulsivos?

¿Un libro basta para definirte?

La última vez que sentí algo por primera vez.