La tristeza y la Libélula.

Dime tú, Libélula, 
¿dónde queda el cielo?
¿En qué ambiguo reflejo
se suministra la luz de la noche?

Dime tú, Libélula,
¿cuánto tiempo nos queda
hasta que el viento irrumpa
criminal en nuestro futuro?

La Luna yace muerta
y las olas se recrean en tus ojos,
los óvalos de la paciencia,
los dos extremos de la distancia
donde mis pupilas se quiebran.

Siento el río habitarme
como una segunda piel
que se hilvana épica
sobre otra antigua y triste.

Siento, además,
la nostalgia de quien se duerme
y no sabe cerrar los ojos
porque tú, Libélula,
has sembrado de estrellas
cada segundo amortiguado
de mi inconstante noche.

La noche se termina.
La noche
se termina.

Dime tú, Libélula,
¿dónde iluminas?

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