Definición milimétrica de mi deuda con Ella.


Tienes más de tres formas contadas de reír. Tus ojos son dos avellanas inmensas en medio de la cara. Tu nariz, la punta de un iceberg que está por descubrirse. Tu boca son las líneas más sensuales y eróticas que jamás he tocado. Por encima de todo, la curvatura de tus labios es lo mejor de ti, y también de mí (cómo los combas para sonreír, y los dientes que se solapan como diamantes en la boca). Los dos lunares que se pierden por el océano de tu cuello me recuerdan que en medio del desierto tiene cabida un oasis, o dos. Tu tacto es suave como la piel de un melocotón que baila con el viento mientras pende su vida de una rama atada a un árbol. En tu piel trazan mis manos curvas hacia tu cintura donde es extremadamente frágil romperse con el deseo de encontrarte. Tu culo son cosquillas improvisadas. Y tus pies encierran una bailarina que lo único que aspira es a saltar un día tan alto que a poco consiga volar.

Miras el Mundo y sabes que hay tristeza en él, pero tú lo ves con cierto encanto, con cierta ternura. con cierta alegría. Porque eres verde, de color. Y te da vergüenza hasta tu propia sombra. Timidez irreparable, lo llamo yo. Adoro tu fascinación por la vida que haces, y cómo la haces. Puedo escucharte hablar de películas que has visto o que quiero ver contigo, y oírte decir casi por sorpresa, cuál es tu canción de Mozart preferida. 

Por todos estos detalles y una infinidad más que guardo en el tintero, tú me haces feliz. ¿Por qué quiero hacerte yo feliz a ti? Porque sé que soy capaz de darte el suspiro exacto que te falta para estallar la atmósfera y salir volando. Y sobretodo porque, con la manera tan loca que tienes de completarme, me siento en deuda contigo.

Esta deuda la saldo yo contigo aunque sea a besos.

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