Éxito: el viaje a ninguna parte.

Todo lo que he vivido me ha sabido a poco. Esta sentencia podría ser perfectamente mi nota de suicidio. Pero una advertencia denominada ética me asegura que la Vida es bonita con poco. Y debe de tener mucha razón, porque con la fragilidad onírica que padezco ahora mismo, diría que quiero empezar algo que no se ha terminado. Por si acaso, cogeré mis palabras: son la mejor forma que tengo, y en realidad la única, de conectar enteramente con el exterior.

En la sociedad, las personas asumimos la derrota como parte del proceso de la vida, pero no podemos perder la esperanza sólo por sabernos derrotados. Tenemos la obligación de perseguir el privilegio de ser libres y felices al mismo tiempo, aunque lo busquemos por caminos diferentes. Lo que nos encontremos a mitad de esos caminos es lo que nos hará únicos. 

Cuando nos marcamos un objetivo, empezamos desde el punto A hasta llegar a B. Nos enfrentamos a la distancia que abarca ambos puntos críticos, y por el hecho de poner sobre la mesa la voluntad como arma arrojadiza, es díficil que la propia distancia que nos separe del objetivo pueda ser una excusa para despedirnos. No pueden existir excusas: ni inventadas, ni creadas, ni construidas a partir de cualquier punto del camino. Porque el éxito (la culminación de una ambición propiamente dicha) es el viaje en sí mismo. Si queremos viajar, tenemos que madrugar, o empalmar una noche de esfuerzo y sacrificio para llegar a la satisfacción y el éxtasis. Ya que el viaje nunca es perezoso, ni compasivo; no espera a nadie. Se adelanta a los acontecimientos si ha de ser imprevisto, y es frío y calculador cuando quiere tenerlo todo bien atado. Si nos descuidamos, el viaje se marcha sin nosotros. No perdamos la posibilidad de viajar.

Me considero un practicante de fracasos y un excelente teórico del éxito, por ello me esfuerzo en ser yo mismo, lo cual me beneficia y me hace sentir todavía más vivo. En el momento que acepto la derrota, nada me impide desnudarme a mis deseos, para dejar de jugar con la irónica idea de cumplir sueños, y empezar a crear con mis propias manos pequeñas realidades. No se trata de intentar hacer las cosas perfectas, sino la sensación de un trabajo bien hecho. Creatividad y obsesión van de la mano. 

Llegado a este punto, empiezo a postular la posibilidad de crear una imagen de mí, un yo del futuro. Moldearlo como la arcilla, y esculpirlo como una estatua que no llega a existir, pero modifica mi pensamiento continuamente. Este punto del día lo llamaré: "construyendo un personaje".

Yo soy ese personaje.

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