Sinestesia.

Estas últimas semanas a través de un amigo he podido conocer que la Música Clásica se articula por frases. Lo que es evidente es que las conversaciones entre personas, también. Concluyo, pues, que no somos más que música en el aire, al fin y al cabo.

La Sinestesia es la enfermedad de los soñadores. Poder decir si una nota musical es roja, violeta, blanca o azul; y si las palabras con las que ahora mismo me expreso se componen de una gama diferida de colores, es lo que convierte la Vida, cuando cerramos los ojos, en algo maravilloso.

La Música, como las palabras, tiene sus propias vías de escape, sus leyes de evasión y fuga. Una fuga es cuando en una obra, una melodía se repite en instrumentos o voces distintas, persiguiéndose a sí misma. Advierto, pues, una fuga recurrente de mí mismo contra mis emociones, pues éstas son como fantasmas etéreos que se vuelcan en la tronera de mis pensamientos y me aleccionan para ser una versión desdibujada de quien soy en este exacto instante.

He intentado en repetidas ocasiones tocar música con un piano. Naturalmente, que tenga "manos de pianista" como algunos dicen, no me transforma en un pianista, y con cada fracaso me he abocado a la derrota como emblema de supervivencia. Pero es que el piano tiene esa forma tan lírica de dolerme, y de doblarme de la misma forma que un sentimiento se doblega en cada tecla que se escurre efímera por la cara de mis dedos.

Estoy enamorado del Amor, de su concepto, como de tantos otros conceptos no materiales e intocables en cualquier grado de intensidad. Y repito: estoy enamorado del Amor, como también lo estoy de la Música, de las palabras, del piano, e incluso de la Poesía cuando no está construida sobre un papel. Sería maravilloso poder solapar todos mis amores en un único ser vivo, una mujer de carne y hueso, para observarla desde la distancia que pueda conferirme mi admiración hacia ella. Me gustaría tocar el piano, escribir un poema, encontrar belleza en las cosas que la tienen y que yo por ignorante no las vislumbro, y que todos esos sentimientos fueran un diluvio accidental en el corazón de su boca. Entonces estrellaría mis labios contra los suyos, y el beso sería una mezcla de relámpago y quimera, una pizca de sal y azúcar en polvo de canela, y la pregunta de dónde me gustaría vivir de nuevo encontraría su respuesta en ella.

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