Nudo en la garganta.

Soy paradójico. Así, sin más.
Soy en mí mismo una tormenta,
y una voz simpática que hace sonreír
sin la pretensión de hacer reír.

Soy lo que siempre he sentido.
Soy un nudo en la garganta.
Soy egoísmo kilométrico
desnudo y roto en el horizonte.
Soy la peor versión de mí mismo.
Una mentira en la piel de quien me quiere,
un mensaje vacío e inconexo.

Y por sentirme más alla,
siento la necesidad de poseer
el ancho mar que doblega con olas
el barco efímero de una mujer.
Y por sentirla más allá,
abarco el cielo que se le refleja.

Me arrojo por la bóveda de sus ojos
y ella entera es un pozo,
una sonrisa profunda, un gozo,
suave barranco, dulce enojo.

Amor, háblame de ti
o déjame morir conociéndote.
Que no moriré, si no vivo en ti,
o tú en mí, o los dos en un mismo ser,
o el amor a quemarropa
sediento de piel y labio.
Háblame de ti,
y déjame ser parte de todo esto,
de una perspectiva, de una cerilla,
déjame desangrarme en tu sangre
y arterariarme en tus arterias,
articular tus pasos
y ser la sombra errante
que a su paso dejan.
Sólo en nosotros siempre ocurren
el pasado y el futuro al mismo tiempo,
sólo el león y el halcón se enamoran
si tú y yo les poseemos.

Qué satisfacción la de corresponderse.
Ambos remite y remitente,
la misma carta ambos,
el mismo torbellino de azar
que vino y nos trajo aquí,
al ahora, al tú y yo,
al nada más importa,
a todos los te quiero
bajo el Sol de poniente
y la Luna de levante.

Qué satisfacción la de que me quieras,
eres cada uno de los nudos
que meteóricos se anudan
en la cuerda estrellada de mi vida.

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