Horizontes Lejanos.

Mis planes son como cubitos de hielo tomando el Sol. Se derriten a contrarreloj y no sé cómo contenerlo. Esto me hace ver que el futuro es un remedio que le damos al presente para enmendar las cosas que el tiempo no pudo por llegar siempre tarde. Pretendemos con el tiempo prevenir antes que curar, cuando siempre hemos dicho la famosa frase de: "el tiempo lo cura todo". Y una mierda, con perdón. Para mí, pensar en el futuro es como tener una gastroenteritis sonriéndome en la cara, porque es un caos que no sé manejar, y únicamente puedo vomitarlo en todas partes sin poder quedarme con ninguna respuesta dentro de mí.

Yo ya no intento planear demasiado, en especial a lo relativo a la persona. Mal verano llevo al respecto. Pero antes de acabar ahogado en mis propias palabras, me diría que las personas merecemos la pena, solo que siempre somos las equivocadas en el lugar correcto.

Es incluso cínico creer que las personas que viven en tu misma ciudad puedan ser las adecuadas para ti. Lo más lógico es que en cualquier lugar recóndito del Mundo estén esas personas que empatizarán contigo al completo.

Así que me decido por aceptar la derrota. Lo he intentado hasta las últimas consecuencias, y aunque en realidad no me siento vivo ni muerto, al menos en este limbo jurídico emocional puedo respirar con más o menos gracia. Es anecdótico, pero estadísticamente comprobado que desahogarse ayuda a lidiar con los conflictos de nuestro interior.

Para concluir, explicaré mi envidia hacia los caracoles, los cuales considero una sociedad utópica. Primero porque son nómadas con la casa a cuestas, y segundo porque se quieren tanto entre ellos que han instaurado la infidelidad como base de la felicidad. Quiero decir, son más libres emocionalmente y nunca, nunca, tienen consecuencias amorosas.


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