La caída de los Dioses.

 
¿Por qué todos los soñadores comparten visiones de vuelo?
¿Es la aspiración del espíritu a verse libre de la carne y los huesos y la suciedad de la vida mortal?
¿Nos acercamos a una memoria compartida de un tiempo lejano donde podíamos volar?
¿O es solo la envidia la que lleva nuestras mentes a las nubes?

Porque... ¿cómo puede algo que vuela ser molestado por la pena y las necesidades? ¿Cómo puede algo que bailar con el viento estar lo suficientemente quieto para ser herido? ¿Qué darías para descubrirlo?

¿Qué darías para volar?


Este es el comienzo de "Superman: La Caída de los Dioses". 

Siempre quise ser Superman, es mi personaje favorito de cómic. Mi afición por él llegó de mi padre, que coleccionaba los primerísimos cómics del superhéroe (naturalmente los cinco primeros no los tenía). Y quería ser Superman porque, de entre todos sus poderes, el de volar me parecía el mejor. sencillamente maravilloso. ¿Quién no ha soñado con volar? Cuando duermo y tengo un sueño en el que vuelo, me siento verdaderamente feliz. Es como una plenitud corpórea y un dominio de mi cuerpo y... de mí mismo. Y me encanta.

Volar era el secreto, pero el simple hecho de guardar un secreto para sí mismo lo hacía especial, y entendí que había algunas partes de mí que, si únicamente las conocía yo, las haría más especiales. Así aprendí el valor de guardar secretos, e intento guardar con ahínco los míos y los de quienes me rodean.

Este cómic en cuestión narra la capacidad de supervivencia que Kalel tiene para sobreponerse a las adversidades, y muestra a un héroe sin capa ni visión radiográfica. Leo la historia y encuentro a un hombre que, acostumbrado a sus ventajas, tiene que andar sobre el filo de una navaja, y consigue no herirse en el intento.

Es difícil no herirse con respirar siquiera. La humanidad somos hombres y mujeres  cuyo nexo de unión son las emociones. Y transferirlas de los unos a los otros es nuestro superpoder.

Hubiera deseado tener poderes y dirigirlos con justicia. Me valdré de una empatía compuesta de lágrimas oxidadas y una visión de la vida cuya radiografía me lleva al horizonte sin darme respuesta alguna. 

Lo que me queda por aprender es que no necesito ser un superhéroe para sentirme especial.




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