Capítulo de Bricomanía.

Hoy mi sonrisa es un bolígrafo que no tiene tinta, y tus ojos un par de chupitos que ya me he bebido. Desde que no sé de ti, las horas han abarcado más de sesenta minutos cada una, y los minutos se han compuesto de nuevas horas llamadas impaciencia. Llega la medianoche, y la temperatura de mi cuerpo se equipara a los grados de alcohol de la ginebra. La ventana se abre como una página a mitad de libro que no conecta ni con el pasado ni con aquello que me empeño en llamar "nosotros". Enciendo el ventilador, esa noria con aspas, y pienso que mi cabeza da vueltas como una ola de mar que no se ancla en la orilla de la playa.

Así que me armo de valor y comienzo a diseñar nuestro encuentro y, más concretamente, nuestro punto de encuentro.

Nuestra cama.

Necesitaré muchos tornillos: uno por cada choque de palabras que hayamos vivido. De igual modo utilizaré tantas baldas como emociones hayamos abarcado, y la medida de nuestra cama siempre será de "n - 1" (donde "n" es igual al número de errores que hemos cometido menos el próximo error que nos quede por cometer). Compraré un juego de sábanas nuevo, porque nuestros abrazos se han oxidado y quizás tengamos que reparar las cicatrices adheridas a nuestra piel. La almohada deberá ser viscoelástica, pues tendrá que ser lo suficientemente fuerte como para soportar el peso de nuestros rencores y demasiado blanda como para curar en silencio.

Nuestra cama será el epicentro de nuestro amor.

Pero ahora empiezo a recordar. Todos los pijamas que nos separan a la hora de dormir.

¿Dónde quedaron nuestras conversaciones sobre la almohada? ¿Acaso hemos convertido la cama en un campo de batalla? Mi cuerpo son tus palabras muertas dibujando un vacío sobre las sábanas.

Hoy me han llamado llorón, pero se han equivocado de lleno; dejé de llorar hace mucho tiempo: no me quedan lágrimas por las que penarte.


Comentarios

  1. Nunca queda aire suficiente para llenar un vacío de lágrimas. Deja de decir gilipolleces rebosantes de testosterona y orgullo, aunque lo guardes siempre para lo privado y lo insondable de tu ser ahí lo tendrás; yo lo tengo.
    Aun así te anuncio que te voy a plagiar una "peazo" metáfora que te ha salido, ya sea queriendo a medias o de pleno corazón. Porque me ha soltado una hostia a mano abierta, porque me he leído enterito colgado de una de sus letras, y porque no te imaginas cuánta paz tengo en mi alma ahora que he aceptado que no tengo ni puta idea de en qué altar o qué escombrera situar a mi palpitante corazón.
    Pero en el fondo no difiere tanto la cosa: jódete, jódome, aguardemos, que los meses serán segundos, y lo bueno si breve, dos veces bueno. Nos descojonaremos llegado el día del ansia por tener algo y por alcanzar la felicidad, y haremos nuestro aquello tan recurrido de que la alegría es el camino y jamás la meta, que sufrir y sonreír son las huellas de haber vivido.
    A tomar por culo, ya no le tengo miedo a llorar, aunque me lo callara.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

¿Por qué besamos tanto los obsesivos compulsivos?

¿Un libro basta para definirte?

La última vez que sentí algo por primera vez.