La oculta verdad de una mesa cualquiera.

Las cosas a veces no son como querríamos, pero tampoco podrían ser de otra forma.




Estoy con la duda en el cuerpo.  Me sube por las piernas y me llega hasta la garganta, como una combustión espontánea de mi saliva, y no saber escupir las palabras adecuadas. Miro esta foto y me pregunto: ¿cuál es el uso de esta mesa? Mejor lo formulo de otra manera: ¿cuál es el uso real de esta mesa en mi cabeza? Seis piernas de hierro, un cuerpo de mármol. Sencillo de visualizar. Es lo que todos vemos en la foto, pero yo veo algo más, y quiero compartirlo; su sombra.

La mesa es una representación mental de mi persona, y la sombra es todo aquello que oculto al mundo exterior. La sombra es mi vida misma en sí, pero yo ofrezco un reflejo de ella con piernas de acero y un cuerpo que las soporte. Será posible que al caer la noche me mezcle con mi realidad o me oculte del todo de todo.

También pienso que la sombra en ocasiones no me pertenece en el momento en el que formo un núcleo emocional con otro ser humano. Entonces nos fusionamos. Y es cuando cosemos con aguja los nítidos contornos de cada una de nuestras sombras, cuando más nos comprendemos.

Como sombras, aspirábamos a conocernos en un sentido y en un lugar donde no queda hueco a la luz. Tan pegados estaríamos el uno del otro, que llegaríamos a formar algo, algo grande.

El Amor puede definirse como la unión de dos sombras que nunca quisieron ser encontradas.

Antes el nexo de unión era querernos tanto. Ahora duermo con la luz encendida esperando encontrar en algún lugar de mi cama, los restos deteriorados de tu sombra.

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