Ella odia madrugar.



Un escalofrío se encuentra con tu tobillo derecho y recorre como un relámpago tus piernas, asciende a tu cuello y se posa en tu pelo. Te viene a la mente la palabra "madrugar", y la escuchas como quien escucha algo que sabe que es impuesto, obligado, inapelable. Tu reacción transporta el frío de tu habitación, casi estéril, inerte. No mueves los músculos de tu cuerpo siquiera un segundo; temes romperte con la sensación de despertar. Porque sola en la cama, tumbada y abrazada por una piel que no es la tuya, te sientes viva y en paz contigo misma. El momento antes de madrugar, ese instante, es una incertidumbre infinita que se estira en tus ojos cerrados. Y tú, tú eres una chica gobernada por el sueño de no querer desvelarte en la cama durante el resto de la noche.

Yo por mi parte sólo puedo desearte la noche de una forma feliz, eterna. Aún a sabiendas de que yo podría darte esa alegría en cada uno de los minutos que se contraen en tu cama. Mi único consuelo está en ser testigo de tu existencia en alguno de mis sueños mientras, dormido, pienso en ti.

Comentarios

  1. Yo tb odio madrugar... Aunque hay días en los que no cuesta tanto :)
    Me gustaaaaaaaaaa! Ultimamente me gusta todo lo que escribes!!!
    Muasss!!!

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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